El río Tapajós no se encuentra en buenas condiciones para la pesca. La historia de lucha de Joelma Oliveira en la defensa de la Amazonia

Habitante de Itaituba (estado Pará), la militante del Movimiento de los Afectados por Represas (MAB, por sus siglas en portugués) lucha contra un modelo de desarrollo que, además de generar diversos impactos ambientales y sociales para el Tapajós, incrementa los índices de violencia contra las mujeres

Uno de los más extensos de Brasil, el río Tapajós recorre 800 kilometros desde el norte del estado Mato Grosso hasta la ciudad de Santarém, en Pará, que desemboca en el río Amazonas, Durante su caminho, abastece municípios ribereños y forma playas, islas, lagunas, arroyos e selvas aluviales, que transforman el paisaje con el subir y el bajar de las aguas en la selva tropical.

A pesar de su exuberancia, según Joelma Oliveira, el río Tapajós no se encuentra en buenas condiciones para la pesca, por lo menos no más en el municipio de Itaituba, donde ella vive. La joven de 26 años cresció viendo la ida y el regreso de los pescadores que amanecían en la esquina del Tapajós trayendo peces como el tambaqui, piau, aracu, pacu y aruanã.

En suma, el Tapajós cuenta con 494 especies de peces, pero la pobladora cuenta que han disminuido en la región desde que la ciudad entró en la ruta de la soya. Fue creada para transportar los granos de Brasil para China por el norte del país a partir de la construcción del Complejo Portuario Miritituba – Barcarena que prevé, en total, la instalación de 23 puertos a lo largo del río Tapajós, con 19 en Itaituba.

Estudios ambientales muestran que el tráfico de grandes embarcaciones en la región no sólo torna peligrosa la actividad de los pescadores, como también afecta la calidad de las aguas y la reproducción de peces. De esta forma los puertos acaban siendo símbolos de concentración de la riqueza para pocas empresas, principalmente extranjeras, sin generar desarrollo local.

Además de ser afectada por el complejo portuario, la militante del MAB también  tiene participación en la lucha contra el Complejo Hidroeléctrico del Tapajós; megraproyecto que prevé la construcción de 5 plantas a lo largo del río. El área a ser inundada alberga una de las principales porciones de selva nativa del país, afectando unidades de conservación y tierras indígenas de los munduruku. Aunque la licencia de la planta de São Luiz do Tapajós (la mayor de ellas) ha sido suspendido en 2016 por el Ibama, las otras hidroeléctricas del complejo aún están en fase de estudios. Joelma recuerda que, en el caso que las represas sean construidas de hecho, los impactos sobre la biodiversidad serían mucho más grandes.

Por eso, la pobladora explica que la movilización necesita ser constante. Según ella, entrar en la lucha contra el complejo del Tapajós siendo una mujer en la Amazonia es enfrentar un desafío mucho mayor.

“Tenemos que defender la Amazonia, tenemos que defender la vida de las mujeres, tenemos que defender nuestro sustento. Y tenemos una máxima, defender la Amazonia es defender la vida, no sólo la nuestra, sino la vida en el mundo, porque el mundo depende de la Amazonia”.

Según Joelma, esa consciencia sólo vino después de los primeiros contactos con movimentos sociales como el MAB. “Nosotros siempre escuchamos que la represa iba a traer desarrollo para nuestra región. Yo era muy joven, no tenía ni idea de lo que era una represa. Sólo oía que eran cosas buenas que venían para la ciudad, para cambiar la economía, pero no tenía idea de qué era ser una afectada”, cuenta.

Fue el contacto con otros afectados de todo Brasil que produjo una compresión sobre el impacto de un complejo hidroeléctrico. “Tenemos aquí mismo en Pará el caso de Belo Monte, un ejemplo que generó diversos problemas para la población y para la ciudad de Altamira y ni siquiera suministra energía de calidad para los habitantes”, expone Joelma.

La militante afirma que los propios puertos de Itaituba ya mostraron los impactos que los grandes emprendimientos producen.
“La región es muy visitada por ser muy rica, por tener agua, minerales. Entonces, hay empresas llegando siempre. Mientras luchábamos contra las represas, ellas construyeron los puertos aquí en nuestra región. Cuando vimos tenía cuatro de ellas funcionando y nunca fuimos consultados. Y van a haber más. Ya hay áreas que fueron deforestadas en la orilla del río, donde ellos deben construir”, relata.  

La ruta de la soya y la violencia contra las mujeres

Al llegar a la región, las obras transformaron completamente los modos de vida de la población local, forzando la rápida adaptación de la localidad a las dinámicas logísticas de los puertos. Todos los años, los habitantes del distrito de Miritituba (que posee aproximadamente 15 mil pobladores) conviven con el tráfico diario de 1.500 camiones durante la alta cosecha de soya, por ejemplo. Además, el municipio de Itaituba (al cual pertenece el distrito), tuvo una explosión poblacional, lo que ha deteriorado a los servicios básicos y ocasionado otras consecuencias.

La población se queja del aumento de arrollamientos, contaminación, embotellamientos y de la explotación sexual de menores de edad. Además de eso, el precio de la tierra en el entorno del municipio aumentó vertiginosamente, gradualmente, ahuyentando poblaciones tradicionales de las márgenes del río.

Frente a tantas transformaciones, Joelma afirma que las mujeres son las más fuertemente afectadas. “Un tema que ha ocurrido es el feminicidio. Solo este año ya mataron a dos. En una ciudad pequeña, donde todos conocen a todos, eso es algo que nos asusta. Por eso, nosotros hemos trabajado mucho el tema de la violencia contra la mujer en nuestras acciones”, relata la coordinadora del MAB.

Debido al aumento de la violencia, las proprias militantes se han puesto en estado de alerta. En Itaituba, la mayoría de las representantes del MAB son mujeres. “Nosotras vamos a un acto y percibimos que hay personas que nos observan, que ya nos conocen, conocen nuestras luchas y se quedan observando”, relata Joelma.

“Las personas saben que nosotras somos ‘las chicas que hablan de la violencia’. Nos llamaban de ‘las chicas del MAB’. Hoy ya dicen ‘las mujeres del MAB’. Pero nosotros sí enfrentamos el prejuicio por ser mujer. Sin embargo, nosotras no dejamos de hablar de eso, de la violencia doméstica, del feminicidio. Esa también es nuestra función”.

Para la militante, hacer parte de un movimiento nacional con personas desplegadas por todo el país en defensa de una causa común es lo que da fuerzas para enfrentar los prejuicios y las resistencias.

“A veces pienso que la injusticia que nosotras sufrimos es algo pequeño, pero cuando veo todas aquellas personas, como en el Encuentro Nacional del MAB, más de 5 mil personas debatiendo la misma pauta, yo entiendo que lo que nos afecta aquí en Pará, también afecta a personas del sur, personas de Minas Gerais, y entonces yo percibo que la lucha es mucho más grande. El MAB nos trae esperanza por una vida mejor, con menos miedo y más perspectivas a partir de la lucha colectiva. Estar en la lucha es desafiador, al mismo tiempo que nos desafía, nos impulsa”, afirma.

ESTE ARTÍCULO ES PARTE DE UNA SERIE DE PERFILES DE COORDINADORES DEL MAB PRODUCIDOS EN CELEBRACIÓN DE LOS 30 AÑOS DEL MOVIMIENTO.

* Traducción: Ciro Casique Silva

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